Y al fin comprendió, que ella solo era planta de la tierra.
No siempre había podido esquivar las dolorosas y punzantes piedras que la
hirieron en el camino, pero afortunadamente se fue quedando solo con las hojas
más maravillosas, los secretos más fantásticos, los amores más deseados y los
sueños realizados, que nunca estarían perdidos y menos olvidados. Los había
aparcado con devoción en las esquinas de su alma, instalados para siempre....
Comprendió, que no hay ser más atado que aquel que se enreda
en los hilos de un amor que no conoce límites, enmarañado en la parcela del
delirio, donde ni una grieta deja un rayo de luz a la cordura y se presta a
todas las locuras, arrebatos y pasiones de un corazón sin juicio.
Comprendió, que puede cesar la cálida respiración del viento
y sumergir al mundo en el más profundo silencio, pero siempre se oirá el gemir
de la brisa para acariciar el dolor, de un corazón quebrado y el murmullo del
soplo de aire, que la esperanza le da a la vida.
Y al fin comprendió, que los recuerdo es como agua de río
,que va saltando entre piedras, salpicando las orillas y derramándose hasta
empapar todos los rincones del corazón. Cauces o arroyos que le hacían evocar
aquellos tiempos, en los que nació y vivió como planta de la tierra. Y
agradeció al cielo, que el sol y la luna siempre la miraran con amor.
Pilar Vallecillos
10-9 2016