Despuntan los
primeros rayos de sol, la luz exalta el colorido de la tierra para busca y
alumbrar el esplendor de algunas joyas que nos regala la naturaleza. Como la
violeta que habita en nuestra sierra.
Especie rara tú,
violeta. Con desasosiego buscabas cobijo a tus primorosos pétalos, a ese pícaro
y descarado lunar amarillo que realza el centro de tu cara y que seduce lo
mismo que una mirada enamorada, embrujada por tus estrías oscuras que se ondula
como pestañas.
No sabias
donde nacer, ningún espacio te conquistaba, ningún amor anhelabas, solo
suspiras por un marco que a tu belleza igualara, tú violeta, solo podías nacer
en Sierra Nevada. Te fascinó su estampa, te dejaste arrastrar por su capa de
armiño blanca, quedaste embrujada y como enamorada engarza tus raíces en las
cumbres más altas.
Amante
discreta que de la vista de todos te alejas, en los pedregales esconde tu
belleza y para no alardear de tus colores sobre la nieve blanca, brotas cuando
ya es agua.
Mulhacén, tú que
eres la perla que corona Sierra Nevada, o tú Veleta, que casi le igualas, o tu
Lagunilla de las Yeguas, que no dudas en primavera hacer crujir tus entrañas,
para regar la planta con lágrimas que de las nieves escapan. Encantad a la luna,
encantad a la luna con palabras que como suave brisa le acaricien la cara, para
que una noche ponga un ramito de violetas en mi ventana.
Yo las regaré
con el manantial de la aurora, las acariciare con palabras de enamorada, las
sembraré en el césped de mi alma y las cultivaré con las mismas ansias, que se
cultiva una esperanza.
Cuando lejos
de ti esté, muy lejos Sierra Nevada y por ti sienta mi corazón nostalgia, contemplaré
estas alhajas. Que nacieron en tus tierras, y que regaron tus aguas y una noche
con hechizo de magia, la luna porto a mi ventana.
Pilar
vallecillos
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